Autor: zoomboomcrash
Me tocó seguir la jornada
electoral en la mayor consultora de comunicación de España, en Llorente y
Cuenca. Allí había políticos, periodistas y expertos en comunicación.
Anduve haciendo la ronda de
preguntas a lo largo de la noche sobre por qué Albert Rivera había decaído y
Pablo Iglesias había obtenido un subidón. Casi todos coincidían: era una mezcla
de manejo de la televisión y oratoria.
El problema de Albert Rivera es
que habla siembre con el mismo tono. Parece estar dando una charla en un
colegio mayor. Da igual si está en una plaza de toros ante miles de
simpatizantes, o en un cine. Es un tono coloquial, educado, agradable,
comedido, de consenso. Nada mitinero.
En los debates coloquiales,
Rivera se come a los contrincantes como sucedió con Pablo Iglesias, o cuando
salía en televisión entrevistado por Ana Pastor. Rivera es el mejor porque
suena franco y tranquilo. Domina el escenario y tiene respuestas para todas las
preguntas.
Pero en los debates mitineros,
más parecidos a mercados de frutas que a comedidos encuentros de cineclub, lo
que la mayor parte de los espectadores quería ver es lucha dialéctica, sentido
del humor, sarcasmo y hasta marrullería. Un poco de juego sucio vestido de
limpio. Desde que se inventó la retórica es así: existen miles de trucos
retóricos para vencer en un debate sin siquiera tener buenos argumentos. Lo
importante es vencer.
En esto, Pablo Iglesias era mejor
que Alberto. Era mejor que todos los demás. Era más marrullero.
Según los especialistas que pude
escuchar esa noche, estas elecciones se ganaron en la televisión. Sigue siendo
el medio de masas más influyente para moldear la opinión pública. Los debates
fueron tan cruciales que el propio Iglesias dijo que para obtener la mayoría
solo le faltó una semana y un debate. Supongo que se refería a un debate en
televisión. La remontada fue cierta a partir de los debates.
Las imágenes de los mítines no
favorecían a Rivera pero sí a Iglesias. Cuando salía Rivera, no había casi
gente alrededor. Cuando salía Iglesias en televisión, se las apañaba para
cruzar por medio de la gente, abriéndose paso entre los abrazos. El pueblo ama
a los que tienen éxito.
Además, Podemos no parecía un
partido político sino un equipo de fútbol: era un estado de ánimo. Los otros
parecían miembros de un partido. Al final, como me dijo un comunicador de
Llorente y Cuenca, se vota más por lo emocional que por lo racional. Uno de los
trucos de Iglesias para despertar esas emociones era recurrir al lenguaje
poético: el cielo, las sonrisas, la alegría… “Fue una campaña hormonal”, me
decía Fran Carrillo de la Fábrica de Discursos.
Todo eso hizo que Iglesias
remontara en las últimas semanas. Casi se puede decir en los últimos días.
Además, el discurso de Iglesias era incisivo y directo, con pocas ideas, pero
muy claras. El de Rivera parecía cada vez más difícil de entender.
Pero a pesar de ello, ambos
partidos tenían algo que los dos partidos tradicionales no tenían: relato.
Sabían contar las cosas mejor que los viejos partidos. “La gente no vota
programa sino un proyecto que emocione”, decía Fran Carrillo.
Al final, fue una cuestión de
oratoria y de televisión. Politeintment: política y entretenimiento. El nuevo
arte de la comunicación.
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