Por TEÓFILO QUICO TABAR
El lenguaje no puede suponer
solamente un esfuerzo de parte de aquel que expresa su pensamiento; exige
también un esfuerzo de parte de aquel que escucha; pues de lo contrario se
podría caer finalmente en lo que Leibniz llamó el “psitacismo, o manera de
emplear como un loro el lenguaje humano”.
El objeto del lenguaje no es
necesariamente proporcionar un facsímil del pensamiento, sino más bien permitir
a la inteligencia, pensar ella misma, por un esfuerzo de repetición activa, lo
que piensa la inteligencia del que habla. Desde ese punto de vista el lenguaje
humano desempeña su función, dependiendo de la exposición, y de la capacidad
intelectual y de interpretación del que oye.
Todo lo que es concebido o
pensado por nuestra inteligencia, puede ser expresado o traducido en el
lenguaje. Pero por manejable que sea el tema, al expresarse mediante el
lenguaje, puede resultar deficiente con relación al pensamiento. Por eso
algunos recurren al método de escribir lo que se quiere expresar, porque por
más elevados conocimientos intelectuales del expositor, al hacerlo, pueden
quedar disminuidos en la expresión oral, y el que escucha entender otra cosa.
Por eso se dice: “el lenguaje
expresa o significa todo lo que es necesario de nuestro pensamiento, para que
otra inteligencia, al entender las palabras pronunciadas, pueda representarse a
sí misma el mismo pensamiento. El resto no es necesario y por lo tanto no debe
ser expresado, bajo pena de recargar y complicar hasta el infinito los signos
alados de las palabras”.
Aristóteles decía: “al no poder
llevar al medio de nuestras discusiones las cosas mismas, son las palabras las
que hacemos comparecer en su lugar como sus substitutos”. Por eso, si no
tomamos en cuenta que una misma palabra puede tener distintos significados, y
al mismo tiempo ocupar el lugar de cosas muy diferentes, podemos caer en
grandes errores.
El discurso como una expresión
importante del lenguaje e instrumento de comunicación, los lógicos lo definían
como “la sucesión de sonidos articulados cuyas partes separadas tienen una
significación a título de términos”. Definición que se refería al discurso
hablado, que es una expresión del discurso pensado, que a la vez es una
sucesión de conceptos enlazados entre sí. Ellos definían el discurso “perfecto
o acabado”, el que ofrece a la inteligencia un sentido donde pueda fijarse; y
el “imperfecto o inacabado”, el que deja a la inteligencia en suspenso.
Entre los discursos perfectos la
Lógica distingue: la enunciación o proposición, que expresa el juicio o
concepción del espíritu; la argumentación, que expresa el razonamiento; y el
discurso de intención práctica, que expresa alguna cosa por hacer.
La clasificación de intención
práctica supone algún juicio, pero lo que comunica al prójimo no es
precisamente ese juicio, sino una propuesta para obrar. La Lógica, que solo
considera el lenguaje humano en cuanto expresa lo verdadero y lo falso, solo se
ocupa de la enunciación y la argumentación, porque son: “una sucesión de
enunciaciones enlazadas entre sí de modo que produzca una conclusión”.
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