MARTÍN BIANCHIMARTINBIANCHI /
MADRID ABC
Nueva York, 4 de junio de 2015.
Solo cinco días después de celebrar sus bodas de oro con Patricia Llosa
Urquidi, Mario Vargas Llosa anuncia a su familia que quiere separarse. Tras la
inesperada confesión, el premio Nobel de Literatura coge un avión rumbo a
Madrid. Al llegar a la capital, abandona el hogar conyugal y se instala en un
apartamento del Hotel Eurobuilding. El 10 de junio, la revista «¡Hola!» revela
la relación del literato con Isabel Preysler, dando por hecho que Vargas Llosa
ya estaba separado de su mujer. Sumidos en la incredulidad y el dolor, Patricia
y sus tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, emiten un comunicado en el que
confiesan estar «sorprendidos y muy apenados» por la noticia publicada en la
revista del corazón. Hasta entonces, nadie de la familia sabía que el autor de
obras maestras como «Pantaleón y las visitadoras» o «La fiesta del Chivo»
mantenía un «affaire» con la «reina» del papel couché.
Ha transcurrido casi un mes de
aquel día y la familia Vargas Llosa todavía no logra salir de su estupor. La
sensación de desconcierto se mezcla con otros sentimientos: tristeza (por el
hogar roto), vergüenza (por el espectáculo mediático montado en torno a ellos)
e irritación (por la persecución a la que se están viendo sometidos y por las
falsedades que se han publicado). Están conmocionados y no solo por la nueva
relación de su patriarca con la viuda de Miguel Boyer, sino también por el
nivel de «exhibicionismo» que envuelve a este romance. Aún así, la familia ha
querido guardar silencio por precaución y por respeto a Patricia. «Les rogamos
respetar nuestra privacidad», decían en aquel comunicado.
La otra parte en esta historia,
los Preysler, están poniendo difícil que se respete la privacidad que suplican
los Vargas Llosa. Tanto Isabel como sus hijas pequeñas, Tamara Falcó y Ana
Boyer, llevan ya cuatro semanas acaparando portadas de una revista con posados
exclusivos y declaraciones precipitadas que no hacen más que ahondar en la
herida de la familia del Nobel. Gonzalo Vargas Llosa, el segundo de los hijos
de Mario y Patricia, se encuentra en Londres por motivos de trabajo, pero
accede a hablar por teléfono con ABC porque cree que ya es hora de que se vea
la otra cara de esta historia. No tiene mucho tiempo porque sus compromisos
laborales –y su extremada prudencia– no le permiten explayarse en un asunto tan
íntimo como es la separación de sus padres. Aún así, deja a un lado su pudor y
acepta dedicar unos minutos a este periódico para conversar honestamente. «No
es fácil hablar de esto, pero creo que es el momento. Tarde o temprano lo iba a
tener que hacer», se lamenta.
—Hablando de momentos, ¿cómo se
siente su madre ahora mismo?
—Supongo que como cualquier mujer
española que dedica 50 años a construir un matrimonio y una familia muy sólida,
a punta de compromiso, lealtad y sacrificio –ya que ella abandonó sus
aspiraciones profesionales para poder dedicarse enteramente a mi padre y a
criar a sus tres hijos– y que ve cómo ese mundo de repente se ve gravemente
amenazado por un factor externo e imprevisto.
—¿Cree que lo superará?
—Lo bueno es que mi madre es una
mujer muy fuerte, de mucho carácter, y que ha sabido enfrentar con mucha
valentía retos muy duros que le ha puesto la vida en su camino, como la trágica
muerte de su hermana Wanda en un accidente aéreo cuando mi madre era apenas una
niña. Así que no dudo que superará también esta nueva situación, con la entereza
y dignidad que siempre la ha caracterizado. Ella cuenta con mi apoyo
incondicional en esta etapa difícil.
—¿Qué opina de las fotografías
que se han publicado de su padre junto a Isabel Preysler en las últimas
semanas?
—Aunque el hecho de que mi padre
se haya ido de casa desde el 4 de junio me apena mucho, debo respetar su
decisión. Pero lamento profundamente ese exhibicionismo innecesario que hemos
visto desde la portada de esa revista del corazón el 10 de junio; es decir,
apenas seis días después. Sobre todo tratándose de una relación que nace de una
infidelidad y que ha causado mucho daño. Por lo menos al principio podría
haberse manejado con cierta discreción, tacto y sensibilidad humana. Pero
supongo que en este caso son los fuertes intereses económicos los que han
prevalecido. Y esto último explica las portadas, semana tras semana.
—¿Esta situación ha afectado a la
relación con su padre?
—No he tenido comunicación con mi
padre desde el 4 de junio. Hasta entonces habíamos tenido una excelente
relación y espero que en un futuro se pueda retomar esa dinámica. El tiempo lo
dirá. Supongo que en gran parte dependerá del respeto —o falta de respeto— con
el que mi padre trate a mi madre mientras que mantiene su nueva relación. Lo
que también tengo claro es que en este momento mi prioridad es apoyar a mi
madre.
—¿Le parece extraño ver a su
padre en estas últimas semanas moviéndose en un escenario muy distinto al que
estamos acostumbrados a verlo, que es el académico y literario? Después de todo
estamos hablando de un Nobel reconvertido en el personaje más deseado de la
prensa rosa...
—Bueno, yo espero en todo caso
que, ya que mi padre ha dado el gran salto al mundo de la «beautiful people»,
por lo menos use ese material para una próxima novela, escrita con mucho humor
(risas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por escribirme
@greysisdelacruz